Esta es la forma más divertida de conocer la historia de Tequila Jalisco
Esta es la forma más divertida de conocer la historia de Tequila Jalisco
He de comenzar este relato con una confesión: Nunca fui un gran fanático del tequila. A unos amigos de la universidad les encantaba, así que las botellas de Tequila Centenario, Jose Cuervo Especial o 1800 me son muy familiares. Alguna vez, en una fiesta, cometí el grave error de tomar a la par de mis amistades y lo pagué muy caro al día siguiente. Desde esa noche opté por mostrarle un respeto casi religioso a todos los destilados de agave.
Lo que sí me apasiona enormemente es la historia de México, y es innegable que, junto con los mariachis, el tequila ha estado presente en la vida de nuestro país desde hace siglos. Eso me llevó a empacar ropa para un fin de semana, alistar mi cámara fotográfica, comprar vuelos rumbo a Guadalajara y lanzarme en un viaje para conocer la historia de Tequila, una aventura que cambió mi manera de ver esta bebida y el misticismo que la rodea.
Ven a conocer este hermoso Pueblo Mágico
Llegué a Guadalajara la tarde del viernes y aproveché para ir a pasear y tomar fotos en el centro. Comí unos tacos riquísimos en uno de los restaurantes de la Avenida Chapultepec y me dispuse a dormir temprano para amanecer con mucha energía para el viaje a Tequila.
El sábado por la mañana, mi Uber me recogió en el Airbnb en el que me quedé en el centro de GDL y en aproximadamente 50 minutos ya estaba en la placita central del Pueblo Mágico. ¡Tequila no está lejos de Guadalajara! El Uber me cobró alrededor de $500 MXN.
¿Turibús? ¡No! Aquí hay barricas, botellas y chiles rodantes
Lo primero que hice para “empaparme” de Tequila fue subirme a un minibús turístico. En Tequila estos paseos guiados por la ciudad se hacen en curiosos transportes que muestran figuras súper representativas de Jalisco: barricas y botellas de tequila, así como chiles de Yahualica; estos últimos son el ingrediente más importante de las famosas tortas ahogadas.
La historia de Tequila contada entre las calles del pueblo
En el paseo en la “barrica con ruedas” aprendí muchos datos curiosos de la historia de Tequila Jalisco. El guía a bordo nos dijo, por ejemplo, que tekilan es una palabra de origen náhuatl que significa “lugar de los trabajadores”. Nos comentó también que los primeros pobladores de la región fueron los chichimecas y los otomíes. La llegada de los españoles en 1530, encabezados por Cristóbal de Oñate y Fray Juan Calero, no le cayó tan bien a los indígenas, quienes protagonizaron varias revueltas en los años siguientes.
De acuerdo a lo que nos dijo Juan, nuestro guía en el barricabús, 1758 fue crucial para la historia de Tequila, pues fue el año en que la familia Cuervo comenzó a cultivar agave azul en las fértiles tierras que se encuentran en las faldas del Volcán de Tequila. En 1812 se inauguró La Rojeña y comenzó en grande la destilación del agave para convertirlo en “vino mezcal”, como se llamaba al tequila.
En 1880 llegó el ferrocarril a Guadalajara y ocho años después el tequila ya se estaba exportando. “Y de ahí, pa’l real”, como suele decirse, el cultivo de agave y la producción de tequila se volvieron pilares de la economía de la región. El boom turístico comenzaría en 2006, con la declaratoria de los campos de agave y la antigua fábrica de tequila como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En nuestro recorrido visitamos una fábrica de tequila rústica donde nos trataron muy bien, pero yo ya había decidido conocer La Rojeña.
Paramos también en los famosos “lavaderos de Tequila”, construidos a principios del siglo XX en el pueblo para que las amas de casa pudieran aprovechar el caudal del arroyo Atizcua para lavar la ropa de la familia. Este lugar pronto se convirtió en un importante lugar de convivencia donde los niños jugaban entre las plantas, las señoras conversaban alegremente y las jovencitas eran cortejadas por los charros. Hoy los lavaderos se conservan como atractivo turístico y del bullicio social solo quedan recuerdos y leyendas.
Te va a encantar el centro de Tequila, Jalisco
Ya de vuelta en la placita central, me apresuré a revisar los horarios de los recorridos guiados por la fábrica La Rojeña y me decidí por una “Experiencia Clásica” a las 6:00 de la tarde, para así cerrar con broche de oro mi visita a Tequila. Tenía tiempo de sobra hasta esa hora, así que visité la Parroquia Santiago Apóstol y contemplé por un buen rato el mural que está en el patio del Palacio Municipal, que cuenta gráficamente la historia de Tequila.
Luego caminé en torno al kiosko y compré un cantarito de tequila que me encantó… ¡Vaya! Tal vez sí me gusta el tequila después de todo; pero así, con jugo de naranja y toronja frescos y con el borde del cantarito escarchado con chilito piquín. Supongo que no todos podemos ser como Pedro Infante y tomar el tequila derecho, ¡jejeje!
Con mi cantarito en una mano y mi cámara en la otra caminé por las estrechas calles de Tequila, pensando en todo lo que había aprendido de este bello poblado jalisciense hasta el momento. ¡Hasta el hambre se me había quitado! Comí una rica torta ahogada en una fondita y luego enfilé mis pasos hacia el Centro Cultural Juan Beckmann Gallardo, una joya de reciente adición a la corona de Mundo Cuervo.
Tanto el Centro Cultural Juan Beckmann Gallardo como La Rojeña dan para posts independientes cada uno, así que de estos dos lugares te hablaré en otra ocasión. Lo que sí te digo es que partí de Tequila con el corazón contento, seguro de que habré de volver a estas lindas tierras. La siguiente vez vendré en el tren Jose Cuervo Express y así podré apreciar en todo su esplendor los campos de agave de los que tanto se habla en Tequila.