la vulnerabilidad de los pueblos ante la escasez de recursos naturales
Existe una sostenida tendencia al agotamiento de los principales componentes energéticos del planeta y de recursos naturales indispensables para la supervivencia de la especie humana, después de casi 250 años de explotación irracional, sin planificación y control social de los sistemas políticos gobernantes, principalmente imperialista sobre el mundo
En las últimas décadas viene mostrando niveles de alto riesgo, con expresiones de mortalidad y morbilidad masivas en regiones del globo, concentradas sobre todo en África, Asia y América latina.
Debido al fallido accionar de los sistemas políticos mundiales, se pueden confirmar dos cosas.
La primera, que continúa el proceso de cooptación gubernamental de representantes, dirigentes y luchadores de movimientos sociales, con el objetivo de desactivar procesos de resistencia y hacer degenerar organizaciones sociales y políticas críticas, de izquierda u opositoras.
Lo segundo y no por ello menos importante, es la constatación de la presencia palpitante del ambientalismo como nuevo actor social, verificado en una veintena de luchas contra la explotación y control imperialista de los recursos naturales y sus fatales resultados ambientales.
Argentina es, entre los países medianos, uno de los países más vulnerables, con las peores condiciones de sustentabilidad si lo medimos por las condiciones de propiedad, uso y explotación de sus recursos naturales renovables y no renovables, pero no es el único ni el más afectado.
Existe una real ocupación de empresas multinacionales sobre los principales recursos naturales del país y hablar de multinacionales es hablar de Estados imperialistas.
Esa ocupación a veces adoptar formas locales de invasión colonialista, como en los lugares donde se instalan multinacionales mineras.
En Andalgalá, Belén y Santa María de Catamarca, por citar un caso, la empresa La Alumbrera controla mediante regalitos, las escuelas, la policía, los medios, el cuerpo de bombero y los centros de salud. Este sistema de enclave cultural es indispensable a explotaciones de ese tipo, porque afectan propiedades territoriales, formas de vida, culturas ancestrales, bienes nacionales, recursos protegidos por escasos como el agua.
La Alumbrera por ejemplo, hace uso de millones de litros de agua cada 24 horas con el propósito de lixiviar, los minerales, mientras las poblaciones de la semidesértica Catamarca pueden sufrir penas por uso excesivo de agua en sus hogares.
( Lixiviar :Tratar una sustancia compleja con un disolvente adecuado para separar sus partes solubles de las insolubles.)
Algo similar puede verificarse en Tucumán, La Rioja, Mendoza y toda la cadena montañosa de Sudamérica donde funcionan más de 1200 explotaciones mineras a cielo abierto.
En esa medida, como Sociedad, Nación y Estado, Argentina es uno de los países más vulnerables de la región.
La larga historia que llevó a este resultado pertenece a su decadencia nacional durante el siglo XX, pero el sello final fue puesto durante la década de los años noventa.
Dos signos representativos de ellos, tomados al azar, son los siguientes, es el Estado que percibe la menor tasa de regalías: Apenas 18%.
Y es el mismo Estado donde las multinacionales mineras más explotan, más ganan y menos pagan al Fisco.
En ambos casos, fueron pactos de Estado (Código Minero de 1992 y Ley de Privatización de YPF, 1990) decisiones refrendadas por el Congreso Nacional y los Estados provinciales, y bien publicitadas por la prensa comercial.
Todos los demás países productores de energía en el continente retienen una tasa por encima del 60%, y casos como México, el 100%, Venezuela el 87%, Ecuador el 50%. Bolivia, que acompañaba a Argentina en el lugar más bajo de retención y vulnerabilidad nacional, subirá sus regalías, después de la reciente nacionalización, al 60% promedio.
El secreto de este debilitamiento social y nacional de Argentina radica en la propiedad: Argentina es el país donde el Estado tiene el menor control de sus recursos naturales.
La privatización casi total de nuestra economía y la concesión mediante Leyes del Congreso o por otras licencias del Ejecutivo y gobiernos provinciales, dejó en estado de vulnerabilidad el presente y el futuro del país.
Es una forma de recolonización, eso que pretendía el proyecto hemisférico ALCA en forma sistémica, hasta que fue derrotado por la movilización social y la oposición de algunos gobiernos.
Según la Secretaría Energética de la Nación, en 2003 siete empresas son propietarias del 85,7 por ciento de las reservas de gas natural. Repsol YPF es titular de 85 concesiones y Petrobrás de 32 en este país.
Los conglomerados extranjeros Repsol YPF, Pan American Energy y Total Austral, la estatal brasileña Petrobras y los ex grupos económicos argentinos Pérez Companc, Techint y Sociedad Comercial del Plata (SCP, grupo de la familia Soldati) participan tanto en la oferta energética como en los eslabones correspondientes al transporte, distribución y consumo industrial del gas natural.
Los incrementos proyectados al año 2010 por el organismo gubernamental, tanto en las exportaciones (11%) como en la producción total (67%) de gas natural, de no llevarse a cabo relevantes inversiones de capital de riesgo y reformularse la estrategia implementada en los contratos de exportación a largo plazo, significan una drástica disminución en el horizonte de vida actual de las reservas probadas de este energético, dejando vulnerable la sustentabilidad del abastecimiento interno, lo cual implicaría un inminente agotamiento definitivo del hidrocarburo al finalizar la década en curso.
En este sentido, de mantenerse el actual nivel de producción de gas (sin considerar las proyecciones señaladas antes (demasiado optimista por mi parte), las reservas gasíferas se agotarían hacia el año 2016.
Tienen razón cuando señalan que en Argentina hay dos economías: La social, que es de toda la gente; y la economía de las empresas.
No deben confundirse.
Es lo que explica que hoy 13 millones de argentinos no puedan acceder al gas industrializado en red
Felizmente, ha surgido un nuevo actor social en el terreno ambiental, en varias regiones han comenzado resistencias sociales contra los efectos contaminantes: Gualegaychú, Andalgalá, Esquel, Wilde, Palermo, Riachuelo, Santa Maria y Belén de Catamarca, Tafi del Valle, Mendoza).
De esta manera, en Argentina se siguen los pasos de fenómenos de resistencia en otros países, como Guatemala, Chile, Bolivia y Perú, donde poblaciones enteras han ejercido la movilización social para proteger los recursos y sus poblaciones, a falta de Estado que los proteja.
Los dos casos más sonados de movilización por protección de recursos naturales y ambientes humanos son al día de hoy, Perú y Argentina.
En el primer caso, unas 1.500 comunidades rurales y urbanas de 18 regiones se organizaron en la Confederación de Comunidades Afectadas por la Minería (CONACAMI, 2003.Clacso/OSAL, 2005) y han protagonizado luchas masivas contra los 42 proyectos de explotación multinacional a cielo abierto, que han provocado devastaciones en la flora, la tierra, la fauna, el agua y desplazamiento de poblaciones.
En Argentina, esta resistencia de pueblos latinoamericanos por sus recursos naturales se manifiesta en la multitudinaria movilización y organización asamblearia de Gualeguaychú, contra las multinacionales pasteras Botnia y ENCE, y antes el triunfo en Esquel contra un proyecto minero.
Pero el desafío es varias veces más grande.
Primero en el petróleo, por la nacionalización, siguiendo el ejemplo boliviano, segundo, contra los más de 600 proyectos de explotación minera que modificarán la orografía,
economías regionales y seguridad en las poblaciones, flora y fauna.
La tendencia visible en América latina es a la continuación de esta resistencia, porque los pueblos entienden que los Estados no garantizan su sobrevivencia.
La interrelación de los aconteceres sociales y ambientales es muy acertada.
Está claro que la degradación de nuestro entorno biodiverso afecta a nuestras necesidades como especie, tanto económicas como espirituales.
Lo que ocurre es que son pocos los que tienen conciencia de ello y quieren hacer algo, otros aun teniendo conciencia priman el hoy, lo que ética y moralmente es un ataque contra el equilibrio que debe haber entre el hombre y la naturaleza.
El principio del cambio debe iniciarse por la educación, y en esta faceta de la sociedad hay poco o casi nulo compromiso con el desarrollo integral de las personas y que sea un compendio de saberes encaminados a la mejora del mundo en todas sus vertientes.
La cultura que podría transformar la dinámica del enfrentamiento con la naturaleza y no su conservación es un bien minoritario en el mundo, aunque con esfuerzo de todos puede convertirse en algo natural, solo es cuestión de que se descubra y se aplique un compromiso con nuestro planeta en todos los ámbitos ya sean internacionales, nacionales o individuales.
Esperemos que la conciencia se despierte un poco más gracias a
la labor de organizaciones, colectivos y personas comprometidas
que tienen en su vida como prioridad la búsqueda de una vida en
plenitud, lo cual no se conseguirá sin una relación con nuestro
entorno cargada de lógica y comprensión del mismo.
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AUTOR: Daniel Müller
EN: Alimentos